Economía Circular: Si es de ayuda, ¿por qué no ayudamos?

Por Nahomi Abanto Calvanapón nahomi.abanto@gmail.com
Comparar el pasado con la actualidad puede ser una manera simple para observar y comprobar cuánto es que el mundo donde habitamos ha cambiado. Puede ser que, para bien, como ha sido el caso del crecimiento económico en algunas naciones, o, puede ser para mal, si nos enfocamos en los perjuicios medio ambientales que han sido testigos de ese tipo de logros. Para que hayan podido realizarse, se optaba -y se sigue optando- por un modelo económico lineal, que se basa principalmente en una secuencia de producción y consumo, donde el bien final tiene cierta vida útil, y cuando esta “termina”, pasa a desecharse. En este contexto, los términos como reutilizar o reciclar no existen ni se preocupan por que existan, debido a que, la generación de riqueza sin responsabilidad social-ambiental predomina en las decisiones empresariales.
Algunos de los motivos que impulsa a las industrias a seguir con este enfoque es la minimización de costos cuando se emplean insumos de fácil acceso y el uso de recursos naturales de manera indiscriminada, que, seguido a ello, se generan residuos de todo tipo y sin supervisión alguna. Esto se produce por aquellas personas que no tienen en consideración los agravios que ocasionan a toda manifestación de vida, por causa de sus actos incongruentes y que no son penados con firmeza. No obstante, ante este tipo de acontecimientos, un nuevo concepto y forma de coexistir con nuestros ecosistemas sin dañarlos ni contaminarlos y siguiendo una línea de crecimiento económico sostenible, ha tomado cada vez más relevancia entre los empresarios y gobiernos de distintos países, decidiendo así, inclinarse por una economía más verde: la Economía Circular, la cual es conocida desde mediados de los años 70 y puesta en práctica con ímpetu años posteriores. Consiste en seguir el ejemplo de la naturaleza, en donde nada se desperdicia, todos tienen una finalidad que concretar, un lugar establecido y, sobre todo, la obligación de continuar con ese funcionamiento de manera cíclica. Asimismo, entre sus objetivos está preservar el capital natural optimizando su uso, sin producir externalidades negativas y generando beneficios económicos. Además, dentro de esta lista de consecuencias positivas, las industrias que decidan incorporarse al camino de la economía circular ganarían distinción en el mercado por la preocupación en la sostenibilidad ambiental.
En el caso de Perú, se puede determinar que este tipo de enfoque aún sigue en un estado primitivo, por la diversidad de negocios conservadores que no toman la iniciativa de innovar o de invertir en ello, indiferentemente al tamaño que tengan, ya que, una cultura ecológica es lo que todavía no se ha implantado en el país. Desde la sociedad civil al Gobierno, la consciencia por la preservación del medio ambiente se ha visto quebrantada debido a los resultados que ocasionan en nuestro alrededor; y esto, lo podemos percibir por medio de nuestros sentidos: cuando pasamos por una calle, y observamos basura de residuos orgánicos que se combinan con los inorgánicos, originando un cierto olor que pasea por nuestro sentido del olfato, haciéndonos sentir arrepentimiento porque nosotros, también dejamos basura por nuestro vecindario o en calles ajenas a nuestro hogar. Un ejemplo adicional, es el que vemos en caminos que empiezan sin tener un fin y que los árboles los acompañan de la mano con desperdicios de toda clase que son vertidos por zonas industriales y viajeros sin control, que van en busca de un nuevo lugar para contaminarlo.
Sabemos que estos accionares parten de la cultura que cada individuo ha podido construir a lo largo de su vida; sin embargo, para poder vivir en un lugar que no dañemos y consiguiente a ello, no sea nocivo para las futuras generaciones, es que la economía circular ha existido. Para que pueda ser tomada en cuenta y genere importancia que pueda ser promovida por los diferentes agentes que actúan en el entorno económico: el Gobierno, las empresas y los consumidores. Podemos decir que, empresas peruanas que hayan decidido por cambiar sus hábitos de producción son pocas. De igual manera, los planes ambientales donde el Gobierno ha decidido ser parte, pueden tener cierto grado de precariedad, en vista a los mismos paisajes que encontramos día a día y se describieron líneas arriba.
La economía circular ha podido obtener un buen desempeño en países como los pertenecientes a la Unión Europea y del continente asiático, sus programas se han iniciado con fuerza hace años y aún siguen en vigencia, con el fin de que los impactos de la crisis climática sean controlados y se dispersen con el tiempo. Entonces, si la economía circular ha comprobado que ayuda, ¿por qué nosotros no ayudamos? Ese es el cuestionamiento que se debe hacer de un nivel individual a colectivo, ya que, además de ser una posibilidad de producción sostenible, también debe ser un estilo de vida, un estilo de vida que todas las personas deseen adoptar, porque su preocupación y compromiso ambiental es igual de fundamental en este camino por constituir un entorno social-económico con mejores oportunidades. Teniendo en cuenta ello, lo que se procede a realizar es el cambio de hábitos en su consumo, en la manera de ver la funcionalidad de las cosas, pensando que solo tienen un único fin; políticas públicas que estén orientadas a la preservación de los recursos y que no sean olvidados o se queden como simples sugerencias; y, por último, la voluntad de las empresas para que empiecen a surgir en este nuevo escenario y no lo descuiden.
Tal vez, con el empleo de este modelo económico con tendencia heterodoxa, nos pueda brindar una calidad de vida deseable y próspera a largo plazo y que no solo sea percibido en lo grueso que pueda ser nuestra billetera, sino, también, en el lugar donde vivimos, donde los paisajes naturales sean realmente naturales y los vertederos de residuos improvisados dejen de existir.